Introducción
En África y América latina, la violencia contra las mujeres se sigue expresando de distintas maneras como la mutilación sexual femenina, la esterilización forzada, la violación, los matrimonios concertados con niñas, los embarazos a temprana edad, la trata de personas, el feminicidio, así como por la violencia económica, política, cultural y simbólica. (ComVoMujer y Programa regional de la GIZ, 2016; UNFPA África del este y del sur)
La violencia contra las mujeres es una consecuencia del sistema patriarcal, resultado de relaciones de poder marcadas por las desigualdades de raza, clase y género. Si bien los hombres, las mujeres y la población LGBTI+ son afectados (as) por estas desigualdades, las mujeres racializadas lo son de manera particular. Esta violencia se manifiesta en todos los niveles y espacios de la sociedad, por ejemplo en la industria, el comercio, la salud, la educación, el acceso a la vivienda, el sector judicial, la producción agrícola, el trabajo del cuidado, etc.
En el mundo se estima que 736 millones de mujeres, adolescentes y niñas (MAN) han sido víctimas de violencia física y/o sexual al menos una vez en la vida (ONU mujeres, 2022). Esto significa que una de cada tres mujeres ha sido violentada, obligada a tener relaciones sexuales o abusada, frecuentemente por una persona de su círculo cercano (UNFPA, 2017; OMS, 2013). Además, la pandemia del COVID-19 produjo un aumento de la violencia basada en género en el mundo entero. Así, las desigualdades que habían podido reducirse en el pasado, gracias a diferentes acciones políticas y sociales, en el contexto de la pandemia, resurgieron o aumentaron.
Desde el enfoque de las teorías feministas post y/o decoloniales, las violencias estructurales basadas en el género son ante todo el resultado de relaciones desiguales del poder político, económico y social resultado del sistema sexo/género, así como también resultado de las intersecciones sexo/género, raza, clase social, edad, discapacidad, etc., e igualmente de la historia colonial. El pluralismo del feminismo se expresa hoy en la necesidad de reconocer y de reconstituir las experiencias de las mujeres del Sur Global, a la luz de las estructuras y representaciones sociales y culturales analizadas por los/as investigadores/as, practicantes y activistas de los países del sur que se inscriben en el proceso de descolonización del conocimiento. (Mohanty, 2008; Scott, 2011; Lozano, 2014). Las injusticias de género y, más específicamente, las violencias contra las mujeres se manifiestan de diversas formas, pero también presentan puntos en común en diferentes regiones del mundo.
En ese sentido, es necesario cuestionarse no solamente las causas de las desigualdades estructurales sino también los medios para superarlas a nivel local y global. Este proceso requiere un enfoque deconstructivo que permita comprender las diferentes experiencias vividas por las mujeres y sus reivindicaciones en sus contextos específicos del Sur y en relación con sus territorios y comunidades, para identificar así las causas estructurales de las violencias vividas y las vías de transformación y emancipación (Lozano, 2014). Poner el lente sobre las iniciativas y los obstáculos que surgen para el goce del conjunto de los derechos políticos, económicos, sociales, culturales y medioambientales en los países del Sur, permite reflexionar sobre estrategias e inspirarse de buenas prácticas para avanzar hacia la construcción de sociedades más igualitarias y no atravesadas por la colonialidad del poder.
Coloquio “Violencia contra las mujeres Perspectivas feministas cruzadas África – América Latina”
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